Contrariamente a lo que mucha gente puede creer, Halloween no es un invento moderno para sacar dinero, ni fruto de una estratagema comercial del estilo del Black Friday, ni una americanada. Halloween es, de hecho, una tradición celta que se retrotrae a hace unos 3000 años aproximadamente.
Como muchas otras festividades que son bien reconocibles en el calendario cristiano, Halloween comenzó siendo una tradición pagana. Los pueblos celtas situaban su fin de año el 1 de Noviembre y, en su víspera, creían que las almas de los difuntos aprovechaban las tinieblas para irse al mundo de los vivos y, por el camino, llevarse a las almas más débiles.
El hecho de que los celtas situaran todos estos elementos rituales en este momento del año no era ni mucho menos casual. En esta época es precisamente donde se empiezan a notar claramente cómo las noches se imponen a los días, las temperaturas empiezan a bajar y los árboles empiezan a cambiar su apariencia; es decir, subyace una simbología basada en la luz y la oscuridad y en la vida y la muerte. Se conecta lo observable en la Naturaleza con el rito.
En la víspera de este Año Nuevo, el 31 de Octubre, los celtas pensaban que los difuntos aprovechaban estas tinieblas para venir a nuestro mundo y llevarse a las armas más débiles. Para evitarlo, los druidas pensaron que disfrazarse permitiría pasar desapercibido y, con suerte, no acompañar a este siniestro cortejo.
Hay muchas historias curiosas que explican toda la simbología que ha llegado a Halloween hasta nuestros días. Como comenta el mismo Sierra, el hecho de que la calabaza esté tan presente se debe a un tal Jack O´Lantern, que un día se topa con el Diablo. Para engañarle, Jack le sugiere que hay algo más valioso que su alma en el interior de un árbol. Cuando el Diablo se inclina para ver si lo que Jack dice es cierto, éste rodea el árbol de cruces y el Diablo queda atrapado, no siéndole posible salir. Jack le propone dejarle marchar a cambio de que no se lleve su alma. El Diablo accede. Años después, cuando Jack muere, no es aceptado en el Cielo, pero tampoco en el Infierno por la promesa anteriormente descrita. Debido a ello, Jack queda vagando en un limbo y el Diablo le arroja un carbón ardiente para que ilumine el camino. Por esto a la calabaza se le pone una vela: para que ilumine las almas perdidas y decidan si ir al Cielo o al Infierno.
El mismo Javier Sierra matiza que la popularidad de estas tradiciones estaba tan arraigada en el pasado que Gregorio III, en el Siglo VIII, decidió mover la fiesta de Todos los Santos al 1 de Noviembre. Hasta entonces, el cristianismo celebraba esta festividad en el mes de Mayo.
Esta maniobra papal no es un hecho aislado, sino un ejemplo más de celebraciones cristianas adaptadas de la liturgia pagana que, de manera progresiva, la Iglesia fue introduciendo durante los siglos posteriores a que el Imperio Romano adoptara el cristianismo como la religión oficial del Imperio. Una ruptura total con la tradición era una píldora mucho más difícil de tragar para el pueblo; por el contrario, adaptarla era mucho más rentable y digerible.
Y lo más sorprendente: no entra en los Estados Unidos hasta bien entrado el Siglo XIX, cuando se produce una emigración masiva de la comunidad irlandesa huyendo de la Gran Hambruna.
En España, esta tradición siempre estuvo mucho más arraigada en la celtiberia; esto es, las zonas de España donde los pueblos celtas hicieron acto de presencia, localizadas en el Noroeste de España (Asturias, Galicia, Norte de León, etc.). Según el escritor Lorenzo Fernández Bueno, todos estos elementos siguen estando presentes en las supersticiones que siguen presentes en esta región. Una de las más conocidas es la de la Santa Compaña, que todavía a día de hoy sigue muy presente en las zonas rurales: una congregación de difuntos sale de la Iglesia a medianoche portando un féretro y, si el desafortunado que tenga la desgracia de toparse con ellos se fija bien, podrá observar que el difunto es él mismo. A los pocos días, morirá y se incorporará a este siniestro grupo. Por cierto, ¿adivináis qué portan estos seres del Más Allá? Exacto: luminarias. Como nuestro amigo Jack.
Quizá el paso de los años y la modernidad han encogido un poco el impacto de esta leyenda, pero aún hoy hay personas que realmente respetan y hasta temen a esta Santa Compaña.
Ay, las meigas.
Carlos Calvo
@cdotcalvo
Fuentes:
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